Cuando Alejandro González Iñárritu exploró la vida en la Frontera estadounidense con su película The Revenant (2015), la representó como una experiencia salvaje y violenta, donde tanto la naturaleza como el resto de las personas constituyen una peligrosa amenaza. La supervivencia era el principal desafío en ese mundo, uno donde es necesario pelear con todos los medios necesarios para no morir. Mientras la posibilidad de construir una civilización en ese entorno parecía imposible, ya que su enfoque es más inmediato y visceral, la perspectiva de la directora Kelly Reichardt en su largometraje First Cow parece más optimista, al centrarse en los esfuerzos por sentar las bases de una auspiciosa estabilidad.
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