Love Lies Bleeding (2024)

Love_Lies_Bleeding-posterLa primera vez que vemos a Lou (Kristen Stewart), la protagonista del largometraje Love Lies Bleeding (Amor, mentiras y sangre) de Rose Glass, se encuentra de rodillas limpiando el baño del gimnasio donde trabaja. Mostrarla de esa manera, haciendo una tarea tan desagradable, sirve para instalar rápidamente la idea de que su vida la ha llevado a un callejón sin salida, atrapada en un pueblo que no le ofrece mayores expectativas y amarrada a un pasado traumático que no la deja libre. Es por eso que la llegada repentina de la otra protagonista de la cinta, Jackie (Katy O’Brian), se siente como un acontecimiento trascendental para su vida, una especie de salvación para un destino que parecía inalterable, aunque se trata de un trayecto que no estará exento de problemas.

Parte del atractivo de este relato es el contexto en el que se desenvuelve y las particularidades de sus componentes. Jackie, por ejemplo, es una aspirante a fisicoculturista que quiere viajar a Las Vegas para participar de una competencia de esa disciplina, mientras que el padre de Lou (Ed Harris), es el dueño del campo de tiro donde Jackie comienza a trabajar y además está involucrado en varias actividades ilegales. Este tipo de rasgos no solo influyen en la dimensión estética de la obra, sino que tienen injerencia sobre la manera en que se va desarrollando la historia. Así, la relación que se forma entre las protagonistas estará sujeta a obstáculos de naturaleza violenta y criminal, obligando a la pareja a participar de ese mundo.

En su anterior cinta, Saint Maud (2019), la directora situó el relato en la costa noreste de Inglaterra, con unos paisajes fríos y nublados que complementaban la naturaleza de los hechos narrados. Sin embargo, este segundo largometraje se aleja del país natal de Glass y transporta las situaciones a Estados Unidos, específicamente al desierto de Nuevo México. El guion escrito en colaboración con Weronika Tofilska aprovecha las ideas que transmiten los vastos escenarios norteamericanos para unirse a una tradición cinematográfica -que incluye títulos como Bonnie and Clyde (1967), Badlands (1973) y True Romance (1993)- donde las armas, la muerte y el amor conviven.

Ambos largometrajes de la cineasta están emparentados por el uso del cuerpo humano para transmitir ciertas ideas de sus historias. Si en la primera película de Glass las heridas autoinfligidas eran una forma perturbadora en que la protagonista buscaba una conexión con lo celestial, en esta ocasión es el fisicoculturismo el que se convierte en una metáfora del viaje de Jackie. Tanto el tiempo en el gimnasio como las inyecciones de anabólicos contribuyen a transformar su cuerpo, que en ocasiones es mostrado en unos primerísimos primeros planos que destacan sus venas hinchadas y músculos en un efecto casi sobrenatural. La directora subraya la dimensión física, tangible, de sus relatos, llevándolos de vez en cuando a extremos cercanos al body horror.

Pero su interés no solo está restringido al mundo material, ya que una parte importante de las obras explora los componentes psicológicos de las situaciones narradas. Desde breves flashbacks teñidos de un intenso color rojo hasta alucinaciones producidas por el consumo de esteroides, Love Lies Bleeding está dotada de un alto grado de subjetividad, y en ocasiones debemos distinguir lo que es real y lo que está solo en la mente de los personajes. La banda sonora de Clint Mansell ayuda a instalar esa atmósfera medio etérea que se cuela a través de los rincones de la cinta, la que fluctúa entre el ensueño y la pesadilla. Porque lo onírico no siempre lidia con elementos apacibles, e incluso en sus momentos más calmados la película sugiere la presencia de algo intimidante que puede explotar de la nada.

Debido a su formidable aspecto físico, la llegada de Jackie a la vida de Lou se asemeja a la aparición de un superhéroe que viene a salvar a alguien que lo necesita. La historia que cuenta la cinta es, en esencia, una historia de liberación e independencia, de escapar de las influencias tóxicas y hacerse cargo de su propio destino. Pero, así como el personaje de Stewart necesita a alguien que la saque de su pasividad y la libere de sus demonios, ella también es capaz de ayudar al personaje de O’Brian, que vive a la deriva y se aferra de un objetivo puntual para tratar de encontrarle sentido a su existencia. Son ellas dos contra el mundo, y todo lo demás es dejado en un segundo plano, incluso los escrúpulos y la moral.

Los actos que cometen Lou y Jackie no las convierten en heroínas. Si bien al principio del metraje hay un delito cuyas causas pueden incluso llegar a ser entendibles, la situación va cambiando a medida que la película avanza y las motivaciones de las protagonistas se vuelven más complejas.  El guion de Love Lies Bleeding no tiene miedo de mostrarlas con sus defectos y egoísmos, algo que a la larga les entrega mayores matices y las humaniza ante los ojos de los espectadores. Sin necesidad de justificar su comportamiento, podemos entender por qué hacen lo que hacen y por qué cometen ciertas equivocaciones. En lugar de dividir a los personajes en casilleros blancos y negros, la cinta opta por un enfoque que recurre a una escala de grises para caracterizarlos.

La obra tiene uno de esos finales memorables que probablemente será recordado por todos quienes la vean, para bien o para mal. El desenlace estrafalario que ocupa la cinta es capaz de descolocar a varias personas, sobre todo a aquellas que solo quieren entender las películas de forma literal, como si todo lo que muestra la pantalla ocurrió realmente. Pero basta con tener en cuenta los temas que aborda el guion para entender el carácter metafórico o alegórico de estas escenas, una especie de momento catártico que es representado de una manera muy particular; como una explosión de todas las pizcas de fantasía que ya habíamos visto en los segmentos previos del largometraje.

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