La primera película del director noruego Kristoffer Borgli en Estados Unidos, Dream Scenario (El hombre de los sueños), no solo aborda algunos temas que había explorado en sus trabajos anteriores, sino que como producción en sí puede servir para examinar esas mismas ideas en la vida real. Cuestiones como la mercantilización, la fama y el poder de la publicidad, que estaban presentes en sus largometrajes Drib (2017) y Syk pike (Sick of Myself; 2022), podrían haber jugado un rol central en este paso desde el cine europeo a la industria hollywoodense, en una experiencia donde el cineasta corría el riesgo de verse superado por la presión de vender un producto rentable, con atractivo para las masas. Sin embargo, el resultado supera esos obstáculos y mantiene una visión distintiva, particular, que escapa de los lugares comunes.
El asunto de la representación en el cine ha cobrado especial interés durante los últimos años, sobre todo en Estados Unidos. La idea de quiénes aparecen en las historias narradas por este y otros medios, así como quiénes son los creadores de esas obras, plantea unas interesantes preguntas sobre el lugar que los grupos más marginados de la sociedad ocupan en esta industria o el poder de las películas no solo para capturar la realidad sino también para influir sobre ella. ¿Y qué pasa si un grupo es representado en la pantalla, incluso por autores que pertenecen a ese grupo, pero los relatos que protagonizan los reducen a una visión simplista de lo que son? Esas son algunas de las cuestiones que aborda el largometraje American Fiction de Cord Jefferson, siendo una de sus principales herramientas la sátira.
La versión más extendida de la novela Frankenstein de Mary Shelley, aquella que forma parte indeleble de la cultura popular, surgió con la adaptación cinematográfica que James Whale y Universal Pictures estrenaron en 1931. Pero mientras la cinta instaló la idea de un monstruo destructivo e irracional, en realidad el personaje era representado en el libro como una criatura pensante, capaz incluso de reflexionar sobre su propia naturaleza, algo que podemos ver de mejor manera en el largometraje Poor Things (Pobres criaturas) de Yorgos Lanthimos, el que si bien adapta una novela distinta, escrita casi dos siglos después por Alasdair Gray, tiene una clara inspiración en el trabajo de Shelley. A la dimensión filosófica del libro original, este nuevo relato añade algunos componentes relacionados con el género de la protagonista, lo que moderniza varios aspectos de la historia.
No es necesario conocer la filmografía del actor Barry Keoghan para intuir rápidamente que su personaje en la película Saltburn de Emerald Fennell esconde algunos secretos. Ya sea en 
No es difícil entender las comparaciones entre They Cloned Tyrone (El clon de Tyrone) y películas como 
En su segundo largometraje, Election (1999), el director Alexander Payne mostró la tóxica rivalidad entre un profesor y su ambiciosa estudiante. Más de dos décadas después, los protagonistas de su octava película, The Holdovers (Los que se quedan), vuelven a ser un profesor y un estudiante, pero en esta ocasión el tono del relato es diametralmente opuesto. Si bien la cinta tiene ciertas muestras del humor negro y el sarcasmo de sus primeros trabajos, también incluye una dimensión más empática, humana y emotiva. Quizás es la edad, o quizás se debe a alguna otra razón, pero el cinismo parece no tener tanta cabida en su filmografía, optando en cambio por un enfoque sutil, sobrio, que termina resonando con mayor trascendencia en los espectadores que los simples esfuerzos por desafiarlos.
Escrita al mismo tiempo que su largometraje debut, 
Debido a su particular estilo, que con el paso de los años se ha ido reduciendo a un conjunto de manierismos y tics visuales, la filmografía de Wes Anderson demuestra una clara preferencia por los ambientes controlados y los enfoques elaborados. Como cada elemento dentro de los planos filmados por el cineasta estadounidense está elegido con sumo cuidado, desde el vestuario hasta los movimientos de cámara, parece lógico que sus películas recientes destaquen su carácter de artefactos complejos, manufacturados. En sus últimos largometrajes live action existe una multiplicidad narrativa que mezcla distintas épocas, personajes y lugares para construir unos relatos que están conscientes de su naturaleza, algo que también se ve en la cinta Asteroid City.
La película Barbie de Warner Bros. surgió como un reflejo de la falta de creatividad de Hollywood y se transformó en un ejemplo de que incluso en ese tipo de productos puede salir a relucir el espíritu artístico de sus realizadores. Si bien el anuncio de un largometraje basado en esta muñeca icono del siglo XX parecía ser un caso más de adaptaciones cinematográficas cuyo único atractivo es la utilización de una marca reconocible, la participación de Greta Gerwig en el proyecto -quien ocupó el cargo de directora y además escribió el guion junto a Noah Baumbach- prometía la presencia de una perspectiva más idiosincrática que la ocupada en la mayoría de los blockbusters contemporáneos, algo que se nota con claridad en el resultado final.
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