Kingdom of the Planet of the Apes (2024)

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A más de medio siglo de su inicio, puede ser difícil pensar que una franquicia que ha pasado por el cine, la televisión, los libros, los cómics y los videojuegos, se mantenga tan activa como la de El planeta de los simios. Sus películas recibieron un segundo aire hace algunos años gracias a una trilogía que estaba ambientada antes de los hechos narrados en el largometraje original, y ahora 20th Century Studios acaba de entregar un nuevo capítulo en la saga gracias a la cinta Kingdom of the Planet of the Apes (El planeta de los simios: Nuevo reino) de Wes Ball, que demuestra la capacidad de este universo para crear historias que no necesitan estar tan amarradas a ciertos acontecimientos o personajes para funcionar, ya que la idea central tiene el potencial de inspirar diferentes escenarios y situaciones.

La trilogía anterior, que estuvo a cargo de los directores Rupert Wyatt y Matt Reeves, giraba en torno a César, el simio que estuvo al centro de los hechos que permitieron la propagación de un virus por la Tierra capaz de exterminar a casi todos los humanos y desarrollar la inteligencia de los primates. Sin embargo, tras su fallecimiento en War for the Planet of the Apes (2017), el nombre y lo que representa se han convertido en materia de leyenda. Por eso, pese a que la nueva película transcurre varias generaciones después, la presencia de César todavía se siente y los conflictos que se desarrollan a lo largo de la obra están influidos por cómo ciertos personajes interpretan su legado. Por eso, los protagonistas son nuevos, pero se mantienen ciertas ideas y parte de la identidad que ya habíamos conocido.

El personaje principal de la cinta es Noa (Owen Teague), un chimpancé que pertenece a una tribu donde sus miembros se especializan en la cría de águilas. Cuando lo conocemos, su vida está marcada por los intereses y las preocupaciones de todo joven de su edad, como compartir junto a sus amigos Soona (Lydia Peckham) y Anaya (Travis Jeffery), prepararse para el rito de iniciación de su comunidad o aprender a lidiar con las expectativas de su padre, pero un fatídico acontecimiento cambiará completamente el trayecto de él y de su grupo. Los avistamientos de una humana más inteligente de lo normal (Freya Allan) atraerán la atención de un despiadado bonobo llamado Próximus César (Kevin Durand), quien lidera con tintes autoritarios a un grupo de simios con los que pretende apoderarse de tecnología militar que está guardada en un bunker a la orilla del mar, para lo cual está dispuesto a hacer cualquier cosa.

Aunque la cinta no especifica el número de años que transcurrieron desde la muerte de César, y en cambio ocupa la expresión “varias generaciones” para medir esa distancia temporal, se trata de un lapso lo suficientemente largo para que existan diferentes visiones acerca de su legado. A la perspectiva de Próximus, que ocupa la enseñanza de “simios juntos, fuertes” para resaltar el poderío bélico de su especie, se contrapone la de Raka (Peter Macon), un gentil orangután que prefiere predicar las ideas de César que giraban en torno al entendimiento y la tolerancia. El nombre del antiguo líder de los simios es escuchado a lo largo de la película, pero de una forma tan disímil que ambos bandos antagonistas lo llegan a ocupar como bandera de lucha.

La capacidad alegórica de la saga sigue vigente con Kingdom, que no solo tiene similitudes con algunos procesos políticos donde la figura del fundador de una ideología genera interpretaciones opuestas, sino también con la aparición de credos religiosos. El cristianismo y el islamismo, por dar dos ejemplos conocidos, han dado origen a ramas muy distintas dentro de sus doctrinas, y sus principales profetas han sido utilizados para justificar tanto actos de bondad como guerras santas. El caso de César no es muy distinto, ya que con símbolos y mandamientos propios se fue convirtiendo en una figura casi mítica, algo propiciado por el paso de los años, que contribuye a difuminar los hechos y exaltar las pasiones.

Ball, que tiempo atrás estuvo a cargo de la trilogía de The Maze Runner, no tiene la destreza de un director como Matt Reeves, pero de todas maneras logra diseñar algunos momentos sobresalientes en esta cinta. La invasión de la aldea de Noa es, al mismo tiempo, una intensa secuencia de acción, un espectáculo de efectos digitales y un devastador golpe emocional que nos prepara para el viaje personal que debe emprender el protagonista. Es un punto de partida similar a los que vemos en The Searchers (1956) de John Ford y Star Wars: Episode IV – A New Hope (1977) de George Lucas, un episodio de destrucción y muerte que le demuestra al personaje principal que el mundo es un lugar cruel, despiadado, y que él debe endurecerse para sobrevivir.

El principal punto bajo del guion de Josh Friedman es que, a diferencia de la trilogía anterior, el villano de la historia no tiene tantos matices como los de las películas anteriores, por lo que el dilema que está al centro de la obra no presenta esas zonas grises que en las otras cintas permitían entender o al menos reconocer sus motivaciones. Las acciones de Próximus obedecen casi exclusivamente a impulsos autoritarios o megalomaníacos, a unas ansias de poder que lucen demasiado simples si las comparamos a personajes como Koba, Dreyfus o “El Coronel”. Si bien la cinta todavía presenta algunas interrogantes que no tienen soluciones sencillas, y por lo tanto están sujetas a interpretación, sobre todo por la relación entre simios y humanos, no reciben la misma atención a la que estábamos acostumbrados con sus predecesoras.

Así y todo, Kingdom y la franquicia a la que pertenece siguen siendo una excepción en el actual panorama de los blockbusters estadounidenses, al combinar el interés por entretener y cautivar al mayor número de personas -a través de un alto nivel de producción-, con una historia adulta que aborda problemas sociopolíticos del mundo real y confía en la inteligencia de los espectadores.

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