Monkey Man (2024)

Monkey_Man-posterEn una escena de la película Monkey Man (Monkey Man: El despertar de la bestia) hay una mención directa a la franquicia de John Wick, que se ha convertido en uno de los principales referentes del cine de acción de la última década. La cinta, dirigida y protagonizada por Dev Patel, tiene varios puntos en común con las de Keanu Reeves, como la presencia de unas brutales peleas que mezclan patadas, puños, pistolas y cuchillos, donde un individuo debe enfrentarse a un gran número de enemigos y en las que cada golpe se deja sentir. La obra tiene la particularidad de mezclar esas secuencias con un contexto sociocultural distintivo, al estar ambientada en India, lo que le permite ser más que un simple largometraje derivativo, aunque se nota el carácter novel del director por ciertos puntos que no están del todo pulidos.

Para Patel este proyecto tenía una gran carga personal, debido a su afición por el cine de acción y al deseo de mostrar parte de la cultura a la que pertenece (como hijo de una familia de raíces indias). La importancia de su debut como director de largometrajes está marcada, además, por las dificultades que tuvo para concretar la película, desde un rodaje que estuvo interrumpido por la pandemia de COVID-19 -que lo obligó a filmar en Indonesia en lugar de India-, pasando por miembros de la producción que debieron cambiar en el último minuto, hasta dificultades con la distribución de la obra, que primero fue adquirida por Netflix para un estreno exclusivo en streaming que no parecía llegar nunca y luego fue amparada por Jordan Peele y Universal Pictures para que llegara a las pantallas de cine.

Nunca conocemos el verdadero nombre del protagonista de la película (Patel), quien solo es conocido por el seudónimo que ocupa cuando está peleando en un ring, Monkey Man, o el nombre falso que dice en su nuevo trabajo, Bobby. Lo que si podemos ver es parte de su pasado a través de una serie de flashbacks, los que nos permiten entender sus motivaciones a lo largo de la cinta, y sobre todo el deseo de venganza que lo impulsa. Una despiadada masacre en la aldea donde creció lo lleva a rastrear años después a los responsables hasta un lujoso edificio en la ciudad de Yatana, al que intentará entrar y ascender como empleado para hacerlos pagar por lo que hicieron, pese a que se trata de individuos que controlan el poder policial, político y religioso de esa localidad.

El título de la cinta es una referencia a la leyenda del dios hindú Hánuman, una deidad con rasgos de mono que fue castigado por el rey de los dioses tras intentar comerse el sol. Inspirado por esa historia que le contaba su madre, el protagonista del largometraje ocupa una máscara de mono cuando participa en las peleas clandestinas donde intenta ganar dinero, pero siempre termina recibiendo una golpiza de sus rivales. A diferencia de John Wick, que es presentado desde el comienzo como una máquina de matar, el personaje de Patel debe bajar primero hasta lo más hondo para recuperar fuerzas, entrenar, y recién ahí escalar en su travesía de venganza, en una estructura narrativa bastante tradicional del guion que el director escribió junto a Paul Angunawela y John Collee.

La idea de verticalidad está muy presente en el trayecto del personaje, lo que sirve además como un reflejo de los estratos sociales presentes en India. Al avanzar en su misión, el protagonista debe enfrentarse a nuevos desafíos, pasando de una etapa a la otra, casi como si se tratara de un videojuego. Este desarrollo de la trama hace recordar a otras películas de acción recientes como The Raid (2011) de Gareth Evans o Dredd (2012) de Pete Travis, que también estaban ambientadas en edificios y narraban el ascenso a través de sus pisos para culminar con una especie de “jefe final”.

En su debut como director de largometrajes, Patel ocupa varios elementos del estilo cultivado por Danny Boyle, el cineasta británico con el que había trabajado en Slumdog Millionaire (2008), la obra que lo llevó a la fama. La India que aparece en ambas obras es colorida y llena de vida, pero también sucia, corrupta y violenta. Monkey Man recurre a un lenguaje cinematográfico sobrecargado, con planos poco convencionales, una cámara hiperactiva y un montaje frenético, que convierten a las escenas de acción en una experiencia visceral, a veces extenuante. Si bien no demuestra la destreza de realizadores más experimentados o hábiles, lo que deja algunos momentos poco pulidos, en términos generales el resultado es efectivo.

La fuerte estratificación de la sociedad india relega al protagonista a los sectores más desposeídos y marginales del país, lo que en este caso es personificado por las hijras, una comunidad de individuos de género no conforme que son blanco de discriminación y agresiones. La historia narrada por Patel no se conforma solo con el espectáculo de las patadas y los disparos, sino que ocupa la travesía del personaje principal para hablar también sobre distintas problemáticas de la cultura en la que está ambientado el relato. Su trayecto, por lo tanto, sirve como una fantasía deseada, una especie de justicia a través de la ficción, donde los abusos y los atropellos son enfrentados por un héroe que puede hacer aquello que no se puede lograr en la realidad.

El planteamiento de la cinta, sin embargo, no peca de ingenuo, y dentro de todo reconoce lo difícil que es solucionar todo de una sola vez. Se puede cortar una cabeza de la bestia, pero en su lugar pueden surgir dos más. Aunque las acciones del protagonista pueden beneficiar a aquellos que pertenecen a su círculo más próximo, las verdaderas raíces de los problemas requieren de otro tipo de enfoque. Para una película que podría haber sido un simple desfile de peleas en lugares exóticos, se trata de ideas bastante meritorias.

 

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